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quinta-feira, 30 de dezembro de 2010

Salvar a la humanidad de la catástrofe


ASTRID BARNET


Las fuerzas actuales de izquierda tienen, como reto fundamental, la creación de un sujeto político capaz de construir una nueva dinámica democrática, popular y anticapitalista
 
Actualmente, en diversos países de nuestro continente se crean climas políticos que favorecen los procesos nacionales y permiten avances en materia de cooperación e integración económica, e incluso de unidad política. Así transcurren procesos como los de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), PETROCARIBE y la Unión de Naciones del Sur (UNASUR).
En ese contexto, ¿qué papel pueden tener las empresas transnacionales en el modelo de desarrollo latinoamericano y qué alternativas se plantearían los gobiernos de izquierda para contrarrestar su poder?
¿Tiene sentido seguir oponiéndose frontalmente a su presencia darles el tratamiento de aliadas y considerarlas agentes de desarrollo? ¿O resulta mejor abogar porque paguen más impuestos y contribuyan realmente a la generación de empleos?
Desde hace décadas las corporaciones transnacionales juegan un papel fundamental en los procesos de globalización capitalista, producto de la acelerada expansión del capital transnacional por todo el planeta.
Los efectos adversos que de tales procesos se derivan continúan siendo el blanco principal de la repulsa de todos los movimientos antiglobalización y de solidaridad a nivel internacional, no así de las instancias de algunos gobiernos, con vistas al diseño y construcción de un modelo de desarrollo alternativo que permita prescindir de las empresas transnacionales.
ENTONCES… ¿QUÉ HACER?
Elevar la participación estatal en algunas compañías, construir un sector público fuerte y aumentar los impuestos a las transnacionales, han sido algunas de las medidas que han tomado gobiernos, como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela,como un primer paso imprescindible para avanzar en la recuperación del papel del Estado frente al poder del capital transnacional en la región.
Por ejemplo, Bolivia emitió el primero de mayo de 2006 el decreto de nacionalización de los hidrocarburos, que no provocó la emigración de la corporación Repsol del país y sirvió para elevar los impuestos estatales percibidos por la explotación del petróleo y el gas.
Medidas similares tuvieron lugar ese mismo año en Venezuela, que promulgó una ley mediante la cual se constituyeron sociedades mixtas para la explotación de hidrocarburos y, en Ecuador, donde se elevaron los porcentajes de recaudación del Estado en alrededor de un cincuenta por ciento.
"Lo que planteamos es una mejor generación de ingresos y una mayor retención de ese ingreso, orientado hacia la inversión productiva y a la generación de empleo", expresó recientemente a medios informativos Pedro Páez, ex ministro ecuatoriano de Políticas Económicas.
Es decir, primero se trataría de instaurar eficaces mecanismos de redistribución social y de control de las empresas transnacionales para (¿a largo, mediano o corto plazo?), lograr un cambio de paradigma socioeconómico.
En suma, procesos encaminados hacia la soberanía e independencia económica de los pueblos y en los que se incluyen alianzas o bloques económicos regionales como el ALBA y el Banco del Sur.
Sin embargo, ¿puede hacer más la voluntad de los Estados? ¿Profundizarían estos en medidas que permitan luego pasar a otra fase de superación del modelo primario exportador?
Como señalamos más arriba, en América Latina —en especial Sudamérica—, cada país con sus propios enfoques, supervisa sus alianzas y asume sus confrontaciones, en especial, con Estados Unidos. Así nos encontramos con procesos actuales de cambio en diferentes fases de transición, que deben partir, necesariamente, del respeto a las diferentes identidades de pueblos y comunidades.
Puede constatarse, por un lado, que la concepción teórica del desarrollo se va alejando poco a poco del pensamiento neoliberal pero, al mismo tiempo, la idea de crecimiento económico y los modelos clásicos de medición y evolución del capitalismo continúan formando parte del pensamiento dominante. Como significara recientemente el analista económico, Héctor Mondragón: "Si el mercado mundial es el que manda y los pueblos no logran modificar y regular sus estructuras, las leyes del mercado fabricadas por el colonialismo continuarán imponiendo el economicismo colonial".
La preocupación por encontrar proyectos económicos alternativos y realistas es uno de los grandes desafíos actuales de la izquierda en el ámbito internacional. Sus premisas y vertientes trascienden entre valores éticos y sociales defendidos tradicionalmente —como la disminución y la eliminación de la desigualdad entre países y clases, la democracia social y económica, y la sostenibilidad ambiental—, y propuestas radicales como son, entre otras, limitar la propiedad privada, luchar por la soberanía alimentaria, abolir los códigos patriarcales de dominación y profundizar en los esquemas de la economía feminista, y cancelar la deuda externa.
PROPUESTAS Y RETOS
Propuestas, todas esas, en mayor o menor medida enarboladas como marcos de reflexión por los movimientos sociales progresistas y antiglobalización. Sin embargo, su fuerza y radicalización resultan aún insuficientes. Se requieren procesos concretos y radicales de ruptura en el marco de la confrontación entre intereses antagónicos y se necesita, por tanto, un pensamiento dialéctico orientador de soluciones y contentivo de exigencias encaminadas a la salvación del planeta y de los pueblos.
Es por todo ello imprescindible el fortalecimiento de la lucha de los movimientos sociales y antiglobalización del Norte y del Sur, y el logro de una correlación de fuerzas internacional y nacional, y de alianzas, locales, regionales y globales para avanzar hacia modelos alternativos capaces de construir economías solidarias y eficaces de largo alcance.
Al fin y al cabo, la posibilidad de profundizar en políticas económicas alternativas que generen a su vez ingresos para políticas sociales, y permitan prescindir de las grandes corporaciones, solo podrá hacerse realidad enfrentando con energía a la clase dominante.
Las fuerzas actuales de izquierda tienen, como reto fundamental, la creación de un sujeto político capaz de construir una nueva dinámica democrática, popular y anticapitalista, para lo cual deberán aglutinar toda la riqueza reivindicativa de los movimientos sociales.
Definitivamente, los proyectos políticos y sociales alternativos requieren tener en cuenta la correlación de fuerzas y las alianzas nacionales, regionales e internacionales entre gobiernos progresistas y movimientos sociales.
La transformación y destrucción del capitalismo imperialista implica una confrontación radical y dialéctica entre intereses contrapuestos, a la vez que cambios en un mundo que se precipita cada vez más hacia una catástrofe. Hay que salvar a la humanidad de forma urgente e inmediata.
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Fuente: EXCLUSIVO, 29/12/10

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